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Guido Pérez Arévalo
LOS PARTIDOS POLÍTICOS NO HAN MUERTO
Tomado de la revista "SALTAMONTES"
guidoaperez@hotmail.com
 
 

Por Guido Pérez Arévalo

En alguna ocasión le oí decir a Belisario Betancur, en una expresión romántica, que la política es una aventura hermosa. Luis Carlos Sáchica, uno de los más destacados constitucionalistas colombianos, sostiene que esta actividad pertenece al mundo de lo fáctico.

El Diccionario de Derecho Usual nos dice que la política, como arte, consiste en desarrollar adecuadamente los fines del Estado y se refugia en la definición de Escriche, en la cual se indica que "es el arte de gobernar, dar leyes y reglamentos para mantener la tranquilidad y seguridad públicas, y conservar el orden y las buenas costumbres".

 
 


Modestamente, agrego que la política es una tarea noble, lamentablemente asociada a la corrupción, porque el ciudadano desprevenido interpreta su esencia y principios desde las propuestas abusivas de dirigentes deshonestos de los partidos, que la muestran como una fábrica de empleos, contratos de obras públicas y recomendaciones para lograr privilegios estatales.


 

Habría material suficiente para llenar varias ediciones de "Saltamontes" con conceptos diversos sobre el tema, pero me limito a señalar que el desprecio generalizado por la política y los partidos obedece a las frustraciones de los ciudadanos, sometidos durante las campañas electorales a una lluvia de promesas sin sustento efectivo en las arcas oficiales. Se predica la justicia social, pero se olvida que la corrupción, la ineptitud y la guerra están a la vuelta de la esquina, como barreras infranqueables, frente a la necesidad de garantizar la calidad de vida propuesta por el Estado Social de Derecho.

Surgen estas reflexiones cuando apenas se cierra el proceso de inscripciones de los candidatos para concejos, asambleas, alcaldías y gobernaciones.

Correrán ríos de leche y miel en los programas de los aspirantes. Y volveremos a votar juiciosos, por los voceros de los mismos partidos y movimientos políticos que hemos cuestionado durante los últimos tres años.

Así somos los colombianos. ¡Qué viva la democracia!

No es una situación nueva. Somos los mismos con las mismas desde el día en que a unos nos pusieron el flux azul cielo y a otros les acomodaron el traje rojo: los colores más usados en el ropero nacional. Conservadores y liberales se han encargado de manejar la "democracia" en Colombia, casi siempre enfrentados de manera irreconciliable.

Hubo un paréntesis durante el período del Frente Nacional, cuando los dos colosos decidieron repartirse el poder en dos grandes tajadas.

En las últimas décadas, apremiados por la necesidad de obtener mayorías en el Congreso, los gobiernos de turno han puesto a comer en el mismo plato, de apetitosas lentejas, a liberales, conservadores e "insobornables" independientes.

Con mucha frecuencia se oye en los mentideros parroquiales que los partidos están muertos o andan en vía de extinción. Se escriben diatribas contra ellos, se les acusa de ser focos de inmoralidad y de almacenar en sus costales los ingredientes generadores de las calamidades nacionales.

Desde su fundación se ha dicho lo mismo, pero ahí estamos y ahí nos hemos quedado durante más de 100 años de historia, de luchas fratricidas como la de los Mil Días o como la guerra de nuestro tiempo, atizada por la codicia de no pocos buitres del Congreso y por la corrupción rampante de los funcionarios públicos, orgullosos militantes de los partidos tradicionales.


El médico Mauro Torres, autor de 39 libros, consagrados a la naturaleza humana, entre ellos uno extraordinario -"Moderna biografía de Simón Bolívar"-, publicó su última obra con este sugestivo título: "Los partidos políticos han muerto". Es una descarga a fondo, que seguramente interpreta el sentimiento popular; pero creo, desde mi modesta esquina, que algunos conceptos convocan a un debate desde otros horizontes. Para el notable autor, "los partidos políticos son malos consejeros" y "todas las personas que se entregan a la política son valiosísimas moral e intelectualmente". Son puntos de vista muy respetables pero controvertibles: los partidos son instituciones permanentes que reflejan el pluralismo político y contribuyen a la formación de la voluntad popular; tienen personería jurídica, estatutos y principios ideológicos, enmarcados dentro de la moral y las leyes. Las personas, en cambio, pueden perderse en los rincones oscuros de la corrupción o campear en los llanos de la dignidad y las buenas costumbres. "El partido no tiene por guía a ningún hombre", dijeron Caro y Ospina, fundadores del Partido Conservador.

A quienes entierran todos los días a los partidos políticos, los invito a contar los miembros de las corporaciones públicas y los jefes de las administraciones departamentales y locales, para que se desengañen.

Los partidos se fortalecen durante las campañas electorales y obtienen las mayorías aplastantes con los votos de quienes los han vilipendiado cotidianamente. Ante esta verdad incontrovertible me limito a recordar al autor clásico:

¡Los muertos que vos matáis gozan de buena salud!

Guido Pérez Arévalo

 
http://www.guidoperezarevalo.org